RUTA KÜNIG DE LAS TRES CATEDRALES
LEÓN - LUGO - SANTIAGO
Tramo 10
Pedrafita do Cebreiro - As Nogais
Vía Künig
Duración: 2 horas 50 mins
Descripción del tramo
El tramo que nos corresponde hacer hoy es todo un lujo por tres motivos. Por un lado, el soberbio paisaje verde y redondeado, típico de las sierras gallegas. No te va a dejar indiferente y vas a tener que parar. Te indicamos los puntos donde puedes hacerlo con las mejores vistas.
Por otro lado, es todo llanear, bajar y además con firme de tierra compactada, por lo tanto muy cómodo y agradable, sobre todo después de la subida del anterior tramo.
Por último y quizás el mas sorprendente, es que vas a tener la oportunidad de recorrer durante 14 km el auténtico Camino Real de Carlos III, prácticamente sin alterar desde el siglo XVIII!. Algo único que en muy pocos sitios vas a poder disfrutar.
Si salimos del edificio consistorial de la Villa de Pedrafita coge la calle Vía Romana, queda justo detrás de la fachada, y continúa recto por el camino, aun asfaltado, que se dirige hacia la cumbre. A unos 850 m. verás una bifurcación. Coge el de tu derecha sin asfaltar que es el Camino Real. Vas a ver que el Camino esta cortado por un cierre llamado «paso canadiense» que consiste en dos varillas a media altura que se cruzan en su mitad. Crúzalo sin problemas, no está electrificado ni supone acceder a ninguna propiedad privada, simplemente es una medida de precaución para que no se escape el ganado. Nos vamos a encontrar otro mas adelante. Sigue este Camino, sin perderlo, hasta que llegues a la villa de As Nogais.
Los tres primeros kilómetros son de un ascenso moderado, alcanzando la cota máxima de 1216 m. En esta zona se conservan los pavimentos originales del Camino Real con un ancho de 7 m, consistentes en pequeños cantos compactados. No es posible verlos actualmente porque están debajo de la capa de zahorra que estamos pisando. Esto se hizo para protegerlos. En los tres siguientes, el camino va llaneando por la cumbre de la sierra, ofreciendo espectaculares vistas, sobre todo a nuestra izquierda. En el kilómetro 5 dejaremos a nuestra derecha el lugar denominado Campa do Colmo, donde está situada una Granja, y cruzaremos de nuevo un paso canadiense. Un poco mas adelante, después de que el Camino se estreche un poco, llegaremos a Casas da Serra. En este lugar tendremos magnificas vistas a ambos lados. La primera edificación que nos vamos a encontrar, en ruinas actualmente, es una antigua casa de los peones camineros.
A partir del kilómetro 6,5, antes de llegar al pueblo de Castelo, iniciamos el descenso. En este punto, a la izquierda en la curva (ver mapa), podemos adentrarnos brevemente en el prado para disfrutar de unas magnificas vistas, llegando a divisar la villa de Becerreá o incluso la subida a O Cereixal.
A los 8 km llegamos a Castelo, un topónimo que posiblemente recuerde a antiguo recinto castrexo existente en este lugar. A día de hoy, aun es fácilmente reconocible por su característica forma oval, elevada del contorno, y por las murallas que lo rodean. En el centro se encuentra la capilla de Santa Olaia.
Continuamos el tranquilo descenso donde, poco a poco, se nos van a ir ofreciendo unos bellos paisajes, en este caso, por nuestra derecha. En un par de kilómetros llegamos a Doncos. Nos puede llamar la atención su considerable tamaño y también la gran dispersión que tienen sus edificaciones. En épocas pasadas, tuvo mucha importancia, siendo la villa mas grande entre Villafranca y Lugo. Desde el Camino podremos observar los típicos hórreos de la zona, formados por un armazón de madera sostenido por cuatro largos pilares y con el techo de paja, destinados a despensa y cuidado de productos agrícolas. Al día de hoy se conservan siete.
A la salida de Doncos el Camino atraviesa un frondoso bosque de especies autóctonas entre las que destaca el castaño. Los dos kilómetros que nos quedan para llegar a As Nogais son los que presentan mayor pendiente, llegando en algún punto concreto al -24%. Este tramo se le conoce con el nombre de cuesta de Espariz y era realmente complicado de ascender para los carros que se dirigían a Castilla por el antiguo Camino Real, por lo que tenían que contratar tiros adicionales en la villa de As Nogais. Debido a este inconveniente, a mediados del siglo XIX, se decide abandonar este trazado entre Pedrafita y As Nogais y construir otro por Noceda a media ladera. Ese trazado será el que perdure al convertirse en Nacional VI. Este temprano abandono del trazado que estamos recorriendo permitió que lo disfrutemos hoy en día en un estado casi original.
En esta Cuesta de Espariz podremos contemplar la magnífica estructura y obras de fábricas de este Camino Real del Siglo XVIII. A nuestra izquierda van ir apareciendo cunetas, labradas en la propia roca muchas veces, que tienen la misión de encauzar la abundante agua que circula ladera abajo en épocas de lluvias y hacerla pasar por debajo del camino para que desagüe por la ladera de nuestra derecha. Algunos de estos pasos interiores, o tajeas, construidas en mampostería, tienen casi dos metros de altura y sesenta de ancho. Están señalizadas por si nos apetece hacer un alto en el camino y contemplar como son.
En el kilómetro 13,5 pasamos por debajo del moderno viaducto de la A6. Un poco mas adelante podemos hacer un alto si nos apetece en la bonita área de descanso que nos encontramos a nuestra izquierda. A continuación ya nos empiezan a aparecer las primeras casas de As Nogais. La que mas llama la atención por su forma es el llamado «Mesón Viejo». Alargada, con una planta superior donde se dormía, y dos grandes puertas en sus extremos para permitir la entrada y salida de caballerías y carruajes que circulaban por su interior.
Después de cruzar el río Valdeparada, llegaremos a la plaza principal de As Nogais. En ella encontraremos un espacio cubierto, zona infantil y área de reposo. En sus inmediaciones se sitúa la casa consistorial, bares, supermercados y la farmacia.
Qué ver en el tramo
IGLESIA DE SANTIAGO DE DONCOS.
Templo con vestigios de época románica y gótica reformado casi íntegramente en el 1610 por los ancestros del conde de Ayala y Monterrei, señores de Doncos. Posee planta rectangular con nave cubierta en loseta a dos aguas, presbiterio de mayor altura cubierto con bóveda de arista.
En el interior, retablo mayor con la imagen de Santiago peregrino. La imagen original del patrón desapareció a finales de los años sesenta del pasado siglo. En una hornacina lateral, aparece una pintura de Santiago a caballo luchando contra los infieles. La capilla lateral, de arco rebajado y bóveda de cañón, muestra una inscripción del año 1628, que nos informa de que fue edificada por el “caballero D. Iván López de la Magdalena, cura y comisario del Santo Oficio”. Posee un retablo barroco en el interior situado junto a un sagrario que cruz de Santiago.
El reloj de la torre fue donado al pueblo por Carmen de Cartagena en recuerdo de su gran amor Clemente nado en Doncos. Fue construido por el relojero madrileño Canseco y colocado en 1904.
Posee varias particularidades. La más curiosa probablemente sea que no tiene motor y hay darle cuerda todos los días. Quizás, para compensar este trabajo, el reloj es capaz de predecir el tiempo, ya que la intensidad del sonido varía en función de la dirección del viento, responsable, en parte, de los fenómenos meteorológicos. También evitó durante muchos años que los vecinos perdieran el autobús, por estar adelantado 5 minutos para dicho fin.
EL CASTILLO DE DONCOS.
Cerca del paso de la Vía Künig se conservan los restos de la Fortaleza de Doncos de la cual destaca la esbelta torre de homenaje que resiste el paso de los siglos con leves mutilaciones en sus almenas.
Construida con planta cuadrada mide 8 m. de lado y 24 m. de alto con unos muros de 1,8 m. de grosor. Constaba de tres plantas y sótano, excavado este en la propia roca. Está situada en una pequeña colina en medio de un valle y tenía como función la vigilancia de los caminos que entraban en Galicia. De ella cuenta la leyenda de cuando, en la época de la Reconquista, uno de los trece caballeros leoneses, encargados de la vigilancia de los peregrinos que iban a Santiago de Compostela, observó como una peregrina fue raptada por un musulmán, huyendo con ella montada en la grupa de su caballo. Pero, al observar que el caballero cristiano había alertado a los suyos e iniciaban su persecución, se giró sobre su caballo y le corto la cabeza a la dama para que nadie mas disfrutara de su hermosura.
Para una mejor contemplación del castillo y del paisaje se dispone de un mirador colgado en la ladera. A el se accede desde la propia Nacional VI que ya dispone de un lagar de parada adecuado para los vehículos. Desde este punto arranca una agradable ruta de senderismo que en apenas dos kilómetros nos llevará al pie de la torre.
EL PALACIO DE DONCOS.
Se encuentra situado en el centro del pueblo, rodeado por jardines. Es un magnífico y hermoso edificio de estilo Neoclásico de fines del siglo XVIII. Muy probablemente los planos serían realizados por el ingeniero francés Carlos Lemaur cuando entre 1767 y 1769 estuvo por esta zona dirigiendo las obras del Camino Real de Carlos III.
Este ingeniero también llevó a cabo otras obras en Galicia por estas fechas, como la remodelación del altar mayor de la Catedral de Lugo, muy dañado por el terremoto de Lisboa de 1755, y el llamado Palacio de Raxoi en la Plaza del Obradorio compostelana, entre otros.
Lemaur le imprimió al edificio esa estética tan típica de los palacios franceses de esa época. Dentro de la simplicidad y economía de ornamentos, típicos del momento, el palacio respira elegancia gracias a la rítmica sucesión de sus vanos y a sus esbeltos y discretos marcos realizados con piedra caliza oscura de la zona. Este tipo de material, muy poco usado en la construcción, también lo vuelve a emplear Lemaur en los pretiles del puente de Cruzul, sin duda su obra de ingniería mas sobresaliente.
Durante la Guerra de la Independencia pertenecía a José Bruno Magdalena que ejerció el cargo de secretaría de la delegación española en los Estados Unidos. Durante esta época bélica fue saqueado por las tropas francesas y utilizado como cuartel de caballería de los dragones franceses.
Curiosidades, gastronomía y otras historias....
LA MUELA DE ISABEL II.
Era la noche del 13 de septiembre de 1858 cuando la reina Isabel II tuvo la necesidad de parar en el mesón de Herbón en As Nogais debido a un terrible dolor de muelas. El viaje desde Lugo se había convertido en una auténtica pesadilla porque, además de la dolencia de la reina, ya se había estropeado un carromato en Becerreá que tuvo que quedar a reparar en el taller de Donato. El ya de por sí carácter fuerte, brusco y arisco de la reina se había incrementado atemorizando a su séquito y sobre todo su ministro O´Donnell por ser el promotor del viaje recordándole insistentemente que ella no lo quería hacer y que ya se lo había dicho en infinidad de ocasiones.
Como todos los remedios ofrecidos por el experimentado y bien pagado equipo sanitario de tres médicos, dos boticarios y un sangrador que la acompañaban se mostraron completamente ineficaces y el dolor iba en aumento, se decidió desesperadamente llamar al afamado curandero local del pueblo de Viladicente que fue recomendado por el propio posadero.
Luis Becerra Chao (1814-1900) apareció en la posada a caída de la tarde. No era un hombre formado en la medicina ni mucho menos. Sus conocimientos en la materia provenían de sus tiempos de soldado luchando contra los Carlistas en Pallar de Xubín (Ourense) cuando había estado liado con la viuda de un doctor. Su espíritu inquieto y curioso lo llevó a pasar tardes enteras leyendo distintos tratados de medicina lo que le permitió hacerse una cierta idea de la solución la algunas enfermedades comunes y dolencias sobre todo de la boca.
Lo cierto y que nuestro curandero hizo desaparecer rápidamente el dolor ayudado por unas tenazas y un ungüento propio lo que provocó el estallido de alegría de la reina. No sabemos sí el espíritu fogoso y ardiente de la soberana la llevó a recompensarlo en el acto pero, lo que sí conocemos, es que le impone la Real Orden de Isabel la Católica el 26 de octubre en Madrid, y el privilegio por lo tanto de ser caballero cubierto, es decir, no tener que descubrirse ante el rey ni ante las autoridades. Se trataba de una prerrogativa inherente a la calidad de Grande de España y que, excepcionalmente, podía ser otorgada por el Rey a otras personas que, a su juicio, lo merecieran.
Tiene un origen muy antiguo y sorprendía de hecho a los extranjeros. Así por ejemplo, Carlos V cuando llegó por primera vez a España y desembarcó en el puerto asturiano de Tazones quedó perplejo al observar a toda una multitud que a él le parecieron mendigos cubiertos en su presencia. El Emperador preguntó quienes son esos mendigos que se atreven a permanecer cubiertos delante de él. El acompañante le respondió: son nobles señor!. El Emperador desconcertado respondió: pero si van descalzos!, a lo que le respondieron: también son pobres señor!.
Nuestro caballero cubierto permanece en Madrid diez años, no sabemos cuál fue su profesión en la capital ni se se dedicó a ser otro acompañante de la soberana como el intendente Marfori, Puig Moltó, Ruiz de Arana, Serrano y un largo etcétera. Aunque es probable, ya que retorna precisamente cuando la reina huye a Francia en 1868 al estallarle la Revolución apodada “La Gloriosa” promovida, entre otros, por el propio Serrano quien, además de amante y general también fue traidor.
SI EN AS NOGAIS VAS A ESTAR, LA EMPANADA TENDRAS QUE PROBAR…
La empanada es uno de los platos más universales de la gastronomía gallega y es un auténtico manjar que sirve como aperitivo o primer plato en numerosas comidas. El concepto de una masa de pan con un relleno de ingredientes variados es una idea extendida por casi todo el mundo y es posible que proceda de algún punto concreto del planeta, pero no se sabe de cual. En la cultura gallega existen indicios que hablan de la existencia de la empanada hace mucho tiempo. En el siglo VII, durante la época Visigoda, parece ser que ya habia normas específicas para su elaboración.
Sea como fuere y venga de donde viniere, cuenta la leyenda que los peregrinos sabían de la cercanía de la meta al percibir el inconfundible aroma a pan de las empanadas.
“…Y dicen que por aquel entonces, allá por el siglo XII, los antiguos peregrinos sabían que estaban ya llegando a Santiago de Compostela cuando, desfallecidos y hambrientos, desde los montes cercanos sentían ya el agradable olor de las empanadas… de pan… y de vieiras… convirtiéndose así la empanada en una nueva y sabrosa Guía del Camino y apetitoso aliciente para volver a peregrinar”.
Y , desde luego, uno de los sitios donde ese olor nos hace la boca agua es en As Nogais, donde, con mucha razón y afluencia, cada año celebran la fiesta de la empanada el último fin de semana de Mayo. Con motivo este manjar fue el rey indicutible de los zurrones de los peregrinos en todas las épocas. Un fantástico aprovisionamiento para el largo caminar, barato, sabroso, nutritivo, durarero y cómodo de transportar. El propio maestro Mateo se dio cuenta de todo esto y por eso le tocó a la empanada ser la protagonista del pecado de la gula. Pobre condenado que no es capaz de parar de comerla.
El CAMINO A PRINCIPIOS DEL XIX A TRAVÉS DE LOS OJOS DE GEORGE BORROW
Entra en Galicia, con su compañero Antonio, por Pedrafita do Cebreiro, y un poco antes del atardecer llega las Nogais que le parece un lugar pintoresco rodeado de abruptas montañas y frondosos bosques. De hecho, le sorprende el rumoroso riachuelo que lo cruza y la enorme cantidad de árboles que hay por el medio de las casas que casi las ocultan por completo. Llegan a la posada muy fatigados pero satisfechos de estar en ella porque era “tolerablemente grande y cómoda”. Sin ganas de cenar ni de dormir, Borrow se sienta fuera a contemplar estupefacto la desorbitante masa arbórea que lo rodea todo, que tanto le había llamado atención al llegar. En ese momento oye hablar gallego y queda admirado de su tono cantarín, medio quejumbroso y de su confuso lío de palabras de distintos idiomas.
Poco durmió nuestro viajero aquella noche. Una pesada fiebre, que lo acompañaba desde León, no lo dejaba descansar. A media noche lo sobresaltó un confuso ruido que se desparramaba por la aldea y el resplandor de unas luces que se colaban por la ventana. Antonio le informó que era el gran correo de Madrid a Coruña qué acababa de llegar al pueblo, acompañado de una considerable escolta y de uno extraordinario número de pasajeros. Como les habían dicho que el camino hasta Lugo estaba lleno de ladrones y Carlistas, que cometían todo tipo de atrocidades, decidieron salir en aquel momento y continuar junto al correo y así llegar a Lugo al día siguiente al mediodía.
De esta manera prosiguieron varias horas, subiendo y bajando montes muy lentamente. Los soldados que lo escoltaban entonaban de vez en cuando cantos patrióticos repletos de amor y adhesión a la reina Isabel II, y de asco para el malvado tirano Carlos, hermano del difunto rey Fernando VII, quien aspiraba a sucederle si no fuera que en última instancia su hermano le cambió la ley sucesoria concediéndole el trono a su hija mayor.
Al amanecer la sensación de saturación del camino era total. En una serpenteante fila irían cerca de trescientas personas, algunas a pie, pero la mayoría montadas en mulas o en yeguas y, sorprendentemente, solo uno a caballo. A los ojos de nuestros viajeros, la zona era accidentada, pero mucho menos montañosa y pintoresca que la entrada en Galicia. En su mayor parte estaba dividida en pequeños campos sembrados de maíz y cada tres leguas, en aldeas donde había una guarnición, se sustituía la escolta por otra. Unas aldeas que a sus ojos eran “un conjunto de cabañas miserables”, con tejados de colmo y estiércol tirado delante de las puertas con charcos y lodazales. Los cerdos, increíblemente grandes, paseaban libremente con gracia y chulería entre unos niños que casi siempre iban medio desnudos. El interior de las casas no mejoraba mucho con respeto al exterior: “estaban llenas de inmundicia y miseria”.
La comitiva llegó a Lugo sobre las dos de la tarde y nuestros protagonistas se hospedan en la posada, de buena fama, del barrio de San Roque: “en una gran posada fuera de las murallas de la ciudad, construida sobre una escarpada ribera y dominando una vasta panorámica del campo hacia el este”.